David Kenneth Berlo, a través de su modelo denominado ‘S·M·C·R’ (Fuente de
información-Transmisor-Fuente de ruido-Receptor) distingue, pues, la acción del
emisor y su estrategia e intención de la del receptor. Este último puede
aparecer como destinatario ‘intencional’, esto es, objetivo directo del mensaje
del emisor, o como ‘no intencional’, que es todo aquel al que llega el mensaje,
aun cuando no figuren como objetivo de la comunicación.
Berlo aplica este
esquema al conjunto de los fenómenos de comunicación, incluida la
interpersonal, por lo que, según los tipos, se produce una síntesis o
simplificación en los procesos que definen el protocolo de la acción
comunicativa. Sus elementos consisten en:
-Fuente: Constituye el origen, el punto de partida sensible a factores
como las habilidades, el conocimiento, las actitudes y la posición
socio-cultural.
-Codificador: Traduce a una
clave el mensaje destinado a obtener la repuesta esperada. Supone habilidades
de hablar y escribir.
-Mensaje: Es el producto físico
del emisor y su estructura debe estar compuesta por un código, un contenido y
un tratamiento del mensaje.
-Canal: Es el vehículo de
transporte el cual habrá de dirigirse a uno de los sentidos o varios para su percepción.
-Receptor - Decodificador: Es a
quien se dirige el mensaje, la decodificación se refiere a las habilidades de
leer y escuchar y comprender el mensaje que se quiso enviar. La decodificación
de alguna manera resulta determinada por las actividades que el receptor guarde
para sí mismo, hacia la fuente y hacia el contenido por su nivel de crecimiento
del código.
Berlo da un gran importancia a la recepción, y señala que “los
significados no están en el mensaje, sino en sus usuarios”; esto es, la
decodificación es el valor final y diferenciado que fija, por contraste con el
propósito inicial del emisor, la eficacia de la comunicación.